Han bajado los costes laborales y crecen las exportaciones, pero el retraso de las inversiones en innovación pasará factura durante varios años.
Crisis como las de Fagor o Alstom revelan que es muy difícil superar un desplome prolongado del consumo.
Industria, industria, industria. Es la receta que todos los expertos repiten para superar la crisis e incluso la Comisión Europea ha fijado un objetivo claro: debería representar un 20% del PIB. Hoy, España se encuentra en poco más del 13%, por debajo de la media europea que es del 15%. Su competitividad está mejorando, gracias a la reducción de los costes laborales, y así se refleja en el aumento de las exportaciones. Pero el retraso en las inversiones en innovación, la insuficiente capitalización y dimensión de las empresas, y los elevados costes de la energía mantienen las incertidumbres sobre el potencial industrial de España. Y crisis como las de Fagor, Panrico, Delphi o Alstom contribuyen a acentuar los temores.
«La industria es lo que da estabilidad a un país», afirma Julio Balaguer, socio responsable de Industria de PwC. «Es la que genera empleo de calidad, como demuestra el hecho de que el 80% de los dos millones de sus empleados son fijos, a diferencia de los servicios y la construcción. Y sin industria tampoco se crean servicios de calidad».
En el capítulo de costes laborales se ha recuperado casi la mitad de la competitividad perdida entre el 2000 y el 2008, según el informe presentado hace unos días por el comisario europeo Antoni Tajani. Eso sí, a base fundamentalmente de recortar plantillas y prolongar jornadas, lo que significa más productividad.
Pero en el capítulo de innovación queda mucho trecho. Como destaca un estudio de PWC y Siemens, la inversión de la industria española en I+D representa un 0,84% del valor de la producción, frente al 1,5% en Europa. «Sólo con reducciones salariales no podemos competir con Asia o incluso el Este de Europa, siempre habrá alguien más barato. La clave es innovar», señala Balaguer. Innovar no sólo es tecnología, sino también modelo de negocio. Ahí están los grandes de la moda, como Inditex, Mango o Desigual que han sido capaces de reinventar la fabricación y la distribución textil.
Las expectativas a corto plazo no son para tirar cohetes. «Salvo en el automóvil -opina Balaguer- las inversiones han estado paradas en el 2011 y el 2012. Las multinacionales no han traído a España inversiones en un fármaco nuevo, en una nueva fábrica, en un proyecto de envergadura… Porque no conseguían convencer a sus casas matrices de que esto no era Grecia». Y añade que los resultados de la inversión en I+D no se ven de un día para otro, necesitan un tiempo de maduración, «por lo que durante unos años seguiremos pagando la factura de la falta de inversión».
Junto con la reducción de costes, el gran salto competitivo que han dado las empresas industriales es la internacionalización. «Unos por vocación, otros por obligación ante el desplome del mercado interno», dice Balaguer. Pero, ahí están grupos como Roca, Puig, Grifols, Almirall, Ciments Molins, además de las conocidas Mango o Inditex, que facturan mucho más en el exterior que en España.
La internacionalización topa, no obstante, con el problema endémico de la escasa dimensión del tejido industrial. Entre los medianos y pequeños, hay desde luego excepciones muy exitosas, como destaca Jaume Llopis, profesor del Iese. «¡En la Val d’Aran, tenemos Caviar Nacaril, que está exportando caviar a Rusia!, destaca. Aunque también opina que las pymes deberían unirse para afrontar el reto exterior.
Porque, según Llopis, el desempleo va para largo. «No bajará del 15% en veinte años, porque gran parte del paro de los mayores de 50 años es estructural», dice Llopis, que señala que la gran empresa no creará empleo en cantidad. «Lo harán las pymes», dice.
Para Ramon Roig, director del servicio de estudios de Catalunya Banc, la reducción de los costes laborales «ha contribuido como mínimo a frenar el proceso de deslocalización». Pero, a su juicio, los costes «no pueden bajar tanto como para dar la vuelta a la tendencia a la deslocalización, aunque hay empresas que han vuelto a la vista de la evolución de los salarios».
La evolución de la demanda interna es clave para entender algunas de las grandes crisis actuales, quizá Fagor es el mejor ejemplo. Y la planta de Alstom está sufriendo en definitiva la falta de pedidos ferroviarios españoles. «Si el consumo privado o público decae durante un largo periodo de tiempo es muy difícil superar la situación», advierte Roig. Coincide con Manuel Parra, socio responsable del sector industrial de KPMG, quien destaca que la caída de consumo está muy influido por «la situación financiera en general y las consecuentes restricciones a la financiación».
Parra incide en que la anhelada reindustrialización requiere mejorar los costes energéticos, que tienen una incidencia directa en la rentabilidad». Tanta que el consejero delegado de BASF España, Erwin Rauhe, ha advertido que «el aumento del coste de la energía dificulta atraer inversiones». «Otros elementos que tener en cuenta son los costes de transporte y logística», añade Parra.
Juan Tugores, catedrático de Economía de la UB, señala que «el redescubrimiento de la industria no debe hacerse a expensas de descalificar los servicios, con arquetípicos antiturísticos por ejemplo. Todo lo contrario: servicios de alta cualificación son complementarios esenciales (y no rivales) de los segmentos industriales más interesantes y de futuro. Expresiones como manuservicios tratan de reflejar esa síntesis».
Tugores critica, además, el varapalo a las energías renovables, «Un sector industrial emergente en el que tenemos clara ventaja comparativa», dice antes de añadir que es una prueba de que «el discurso de modernización industrial no está todavía a prueba de intereses creados».
Fuente de la Noticia: www.lavnaguardia.com