El emprendimiento es la clave porque es la fuente de la innovación.

Sin emprendedores no hay prosperidad. El emprendimiento es la clave porque es la fuente de la innovación. De ella se derivan la riqueza y el bienestar de la sociedad. Ese emprendimiento innovador hoy resulta más necesario que nunca para subirnos a la ola del cambio tecnológico. La cuestión es cómo podemos hacerlo en Europa, que le va a la zaga a Estados Unidos en este ámbito. El MIT es un buen ejemplo a seguir. Lo explica Jean-Jacques Degroof, inversor en startups de tecnología.

El alumni del MIT y la creación de empresas

Los alumnos del MIT fundan cien empresas al año por término medio.

Degroof acude a la hemeroteca y rescata un informe de hace unos años. El estudio afirmaba que el Alumni del MIT había fundado más de 30.000 empresas que empleaban a 4,6 millones de personas. La facturación conjunta de esas empresas estaba próxima a los dos billones de dólares. Si se tratase de un país, sería la décima economía más grande del mundo. Los alumnos del MIT fundan cien empresas al año por término medio. El MIT también autoriza anualmente el uso de sus patentes a un promedio de 2.213 startups. En los últimos veinte años, el vecindario alrededor del campus se convirtió en el mayor clúster de empresas biotecnológicas del mundo. En Europa, en cambio, no hemos conseguido rejuvenecer el tejido industrial. Tampoco tenemos muchas empresas que sean líderes globales en su sector y cuenten con más de dos décadas de vida.

El MIT, no obstante, es un caso único en Estados Unidos, con la excepción de la Universidad de Stanford. Y lo que ha hecho no se construye de un día para otro. Todo empezó al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, los científicos que habían trabajado en los desarrollos tecnológicos que permitieron ganar la guerra se fueron al sector privado. Allí aplicaron esos conocimientos en los distintos sectores productivos. Algunos de ellos crearon empresas que luego llevaron a la revolución de la tecnología de la información. Esto inspiró a los alumnos, profesores y personal del MIT, lo que estimuló el emprendimiento allí. Eso era algo nuevo para ellos.

El MIT y el emprendimiento

Esa apuesta por el emprendimiento no fue el resultado de una política bien planificada desde la década de los setenta. Más bien, fue el resultado del interés en el emprendimiento de los estudiantes, el Alumni, los profesores y demás miembros de la Facultad. Ellos crearon, motu proprio, iniciativas extracurriculares que fomentaran el emprendimiento, como competiciones de planes de empresa, seminarios, conferencias, etc. Hoy siguen organizándose ochenta iniciativas de este tipo en el campus del MIT.

Otro elemento importante fue que el MIT permitió que estas personas experimentaran con nuevas ideas, iniciativas y actividades. Les dieron margen para experimentar… y también para fracasar, que también es importante en la vida empresarial. Como el interés de los alumnos por la creación de empresas fue aumentando, empezaron a impartirse clases sobre el tema. Hoy el MIT tiene más de sesenta clases sobre este tema.

La cultura del MIT

En todo ello confluyen dos factores: la cultura del MIT y la consciencia de que crear empresas era una forma muy buena de desarrollar la carrera profesional. El lema del MIT es “Mente y práctica”, multidisciplinariedad y aprender haciendo. Es ciencia no por la ciencia en sí, sino para la resolución de problemas del mundo real. Por este motivo, los miembros de la comunidad del MIT adoptaron esa mentalidad empresarial; ya estaba presente en su cultura organizacional.

En el año 2000, los alumnos se dieron cuenta de que el centro de gravedad de la economía estaba desplazándose hacia el sector tecnológico. Un sector que está impulsado por empresas innovadoras. Por tanto, resultaba cada vez más necesario formar a las personas en cómo crear empresas, y lo hicieron. Algunos de estos alumnos se hicieron empresarios. Otros fueron a trabajar a empresas, al gobierno o a organizaciones sin ánimo de lucro. Pero ya entraron en esas organizaciones con mentalidad empresarial y se convirtieron en agentes del cambio en ellas.

Innovación y patentes

Si las universidades europeas no preparan a los alumnos para convertirse en empresarios van a fracasar en su misión. No solo porque no han preparado a los alumnos para el mercado laboral. También porque no han sabido formar los innovadores que necesitamos para resolver problemas como el cambio climático, el shock energético, la pandemia, etc.

Las universidades estadounidenses, además, son dueñas de las patentes generadas por las investigaciones financiadas con fondos públicos. A cambio de la licencia de uso de la patente, el MIT pide el 4% del capital de la startup. Se trata de maximizar las posibilidades de que esa startup crezca y tenga éxito. Si lo consigue y crea puestos de trabajo, riqueza, innova, va a devolver un múltiplo de lo que costó esa investigación con fondos públicos.

En Europa, en cambio, muchas universidades utilizan las patentes para generar ingresos. Una universidad de Europa del norte pedía el 60% del capital de la startup más un 5% de royalties. Esa startup tiene muy pocas probabilidades de tener éxito. Quizá podría seguir siendo una pequeña empresa, pero no llegará a crecer. Este es un gran problema en Europa, pero no lo es en el MIT.

Qué es una startup

Finalmente, en Europa sigue habiendo una gran confusión sobre lo que es una startup. Una startup basada en la innovación es una empresa que busca proyectos con un gran potencial y tiene que financiarlos. Un pequeño negocio tradicional no tiene mucha capacidad para innovar y crecer. Básicamente, es un instrumento para proporcionar unos ingresos a sus fundadores. A menudo, el problema en Europa es que no se hace esa distinción. Los gobiernos, las universidades, quieren dar incentivos a las startups que se basan en la innovación. Al final, sin embargo, a quienes se los conceden es a las pequeñas empresas.

 

Fuente de la noticia: http://enplegune.com/